sábado, 21 de septiembre de 2013

Unos son gnomos y otros duendecillos

Unos son gnomos y otros duendes. ¡No todos son iguales!

Para conseguir buenos resultados en nuestro negocio es fundamental conocer los tipos de clientes a los que dirigimos nuestros productos y servicios.

Podemos tener un magnífico producto pero si no lo ofrecemos al cliente adecuado no conseguiremos obtener los resultados que esperamos.

No se puede vender a todo el mundo. Hay que dirigir la venta hacia nuestro cliente objetivo.

Por otro lado, no debemos gestionar nuestro negocio esperando que la gente entre a comprar nuestros productos, comer nuestra comida, utilizar nuestros servicios, … Debemos ser activos y  acercar nuestro negocio a nuestros clientes, desarrollando una estrategia de marketing focalizada en nuestros potenciales clientes.

Pero, ¿cómo lo podemos hacer? Lo primero que tenemos que hacer es conocer bien a nuestros clientes. A partir de ahí debemos diseñar los pasos adecuados para acercar nuestro negocio a ellos. Si no les conocemos, nos será muy difícil y caro hacerlo y perderemos tiempo en hacerlo.

Por otro lado, conocer a nuestros clientes nos llevará a conocer mejor sus necesidades y adaptar nuestros productos y servicios a ellos, incrementado, de este modo, las posibilidades de éxito de nuestro negocio.

Pero, ¿cómo podemos conocer a nuestros clientes?

Para poder determinar el cliente o clientes a los que nos dirigimos es clave utilizar una correcta técnica de segmentación de clientes.

Os propongo seguir los siguientes pasos:

1.- Segmentar el mercado al que se dirige vuestro negocio: para ello tenéis que dividir el mercado al que os dirigís en grupos homogéneos de personas (con características diferenciales y comportamientos peculiares).

Para identificar estos grupos se pueden seguir diferentes criterios: geográficos (región, tamaño región, clima, …), demográficos (edad, género, ocupación, educación, …), socioeconómicos (capacidad de gasto, capacidad de crédito, ingresos, …), psicográficos (estilo de vida, valores, …), comportamiento (forma de decisión, grado de uso, conocimiento de marca, uso del producto, forma de compra, razones de compra, …). Estos son algunos ejemplos. Cada uno debe elegir aquellos criterios de segmentación que sean más importantes para él, en función de las características de su negocio.

Por ejemplo, si gestionamos un bar, la segmentación del mercados nos llevaría a identificar diferentes grupos de consumidores: grupos de jóvenes estudiantes, estudiantes universitarios,  jubilados, trabajadores de empresas de alto, medio o bajo poder adquisitivo, matrimonios de mediana edad,  amas de casa, deportistas, …

2.- Una vez segmentado el mercado debéis seleccionar los segmentos objetivo, es decir, aquellos que consideráis que son los más interesantes para vuestro negocio, en donde creáis que se encuentran los clientes más atractivos para vosotros. Para esta selección es útil trabajar con los conceptos de peso y valor que tiene para nuestro negocio cada uno de los segmentos que hemos identificado en el mercado. Dándoles unos valores (por ejemplo de 0 a 3) conseguiremos que cada uno de ellos obtenga una puntuación y, de este modo, obtendremos una priorización que nos ayudará en la selección de los segmentos más interesantes para nosotros.

Siguiendo con el ejemplo, si nuestro bar se centrase en dar a mediodía comidas para trabajadores (p.e. menús a 10€, con posibilidad de carta a un precio medio de 25€) y por la tarde-noche cenas y raciones (a precio medio de 9€ la ración), seleccionaríamos aquellos segmentos  más interesantes, desechando los que no consideramos principales de nuestro negocio. De este modo seleccionaríamos por ejemplo los siguientes segmentos: trabajadores de alto y medio poder adquisitivo, estudiantes universitarios y matrimonios de mediana edad.

3.- El tercer paso consiste en establecer el posicionamiento de la empresa en función de los segmentos objetivos. ¿Qué quiero decir con el posicionamiento? Me refiero a determinar cómo queremos que los clientes perciban nuestro negocio y establecer aquellas actuaciones de promoción comercial necesarias.

Queremos trasladar la imagen de que nuestro bar ofrece productos de calidad a un precio medio. No somos baratos pero sí ofrecemos una buena relación calidad precio junto con un ambiente agradable y un buen servicio. Nos posicionamos en un segmento medio-alto dentro de la restauración diaria.

4.- El último paso es ajustar el marketing mix (el conjunto de variables incluidas en la estrategia de marketing) a cada uno de los segmentos elegidos. Lo más seguro es que no podamos acercar nuestro negocio y productos a todos de la misma manera y la técnica de segmentación nos permitirá desarrollar estrategias de marketing específicas para cada uno.

Por ejemplo, si queremos captar a los trabajadores de las empresas deberemos desarrollar campañas de promoción directa entre las empresas de Tres Cantos; si queremos captar a los jóvenes universitarios tricantinos podríamos desarrollar alguna actividad de promoción a través de redes sociales, bibliotecas, ... Cada grupo de potenciales clientes necesita un trato diferencial en función de sus propias características.

Siguiendo estos pasos tendremos mayores posibilidades de éxito, ya que estamos focalizando nuestro esfuerzo comercial en los clientes que realmente pueden tener interés en nuestros productos y de la manera más eficaz posible. Y podremos tener “el mundo al alcance de la mano”. 




La gestión de la relación con el cliente

La base de cualquier negocio es el cliente ya que es quien compra nuestros productos o nuestros servicios. Si no vendemos, nuestro negocio no es viable. Pero ¿somos conscientes de la importancia de nuestros clientes? ¿les conocemos? ¿son todos iguales? ¿tienen todos el mismo valor? ¿gestionamos bien nuestra relación con ellos? ¿les tratamos bien? ¿sabemos lo que les interesa? ¿sabemos lo que necesitan? ...

Yo me encuentro empresas que gestionan bien su relación con los clientes y empresas que no valoran lo suficiente la importancia que tienen y se centran tan sólo en vender su producto sin realizar ningún tipo de gestión de sus clientes. Para mi esta última opción pierde múltiples oportunidades de negocio a medio y largo plazo, ya que el conocimiento de los clientes nos ayuda a mejorar nuestro servicio y a identificar nuevas posibilidades de desarrollo de nuestro negocio fortaleciéndonos frente a la competencia.

A la hora de gestionar nuestra relación con los clientes, el primer paso que tenemos que realizar es identificar y conocer el cliente al que dirigimos nuestro negocio. Esta frase parece de sentido común pero no es difícil encontrar a empresarios que no se han parado a definir exhaustivamente el tipo de cliente al que dirigen su negocio. Lo ideal es hacer esta identificación en el diseño y primeros pasos del desarrollo del negocio.

Una definición clara del cliente al que nos dirigimos es clave para desarrollar nuestro negocio y posteriormente diseñar y realizar aquellas actividades de marketing necesarias para acercarles nuestros productos o servicios. Si no conocemos a nuestro cliente objetivo ¿cómo podemos comunicarle nuestros productos?

No tienen la misma tipología de cliente un restaurante de comida rápida, un bar de tapas, un lounge bar, un restaurante de menú o un restaurante con carta a precio medio de 40€. Tampoco se dirigen a los mismos clientes una tienda de complementos, una joyería, una tienda de moda juvenil o una papelería. Cada uno de estos negocios se dirige a un tipo de cliente o a unos grupos de clientes determinados. Cuanto mejor les identifiquemos más eficaces e incluso económicas serán nuestras actividades de marketing y comunicación.

En ocasiones nos encontramos en nuestras ciudades negocios que abren y al cabo de un tiempo cierran (comercios, restaurantes, bares, ….). Pienso que una causa de ello es que no se ha realizado una reflexión detallada del cliente al que se dirige el negocio y sin conocer bien el cliente es muy complicado comunicar y promocionar nuestros servicios y conseguir buenos resultados. Parece que se espera que los clientes entren por sí solos a las tiendas y restaurantes.

Por otro lado, las empresas se mueven en escenarios en permanente movimiento, en donde continuamente deben hacer frente a problemas y amenazas que van surgiendo y que afectan al desarrollo de su negocio (actividad de los competidores, aparición de nuevas empresas, nuevos productos, nuevas necesidades, …). Pero debemos ser conscientes que por encima de ello se encuentra el cliente. Si conocemos bien a nuestro cliente podremos hacer frente mejor a los problemas que puedan ir surgiendo y fortalecernos frente a las amenazas. Si conocemos bien a nuestros clientes podremos atenderles mejor que la competencia y ofrecerles productos y servicios más adecuados a sus necesidades y mejores que los que les puedan ofrecer los demás.

No podemos olvidar que  lo que nuestros clientes buscan en nuestra empresa es la satisfacción de una necesidad y esa necesidad se puede satisfacer por muchas empresas, no somos lo únicos en satisfacerla. Por eso tenemos que valorar nuestra relación con el cliente.

Si ponemos el ejemplo de una heladería podemos ver que la base de su negocio es la venta de helados. Los helados cubren diferentes necesidades de las personas: los clientes compran helados porque pueden tener calor y el helado les refresca; porque pueden tener hambre y el helado les alimenta; porque pueden querer pasar un buen rato en la terraza de la heladería charlando con amigos, …. 

Pero no sólo las heladerías y los helados cubren esas necesidades. Podemos comprar helados en bares, restaurantes, supermercados, fast food restaurants, otras heladerías, …Y hay productos sustitutivos que satisfacen las mismas necesidades que la que cubren los helados (polos, granizados, batidos, yogures helados, sándwiches, té helado, café helado, refrescos, …) y estos productos los pueden ofrecer diferentes tipos de empresas.    

Por ello, en este caso, hay que ofrecer helados de calidad, a un precio adecuado, ofrecer un buen trato a los clientes, ser agradable, …, en definitiva tratar de fidelizar a los clientes gracias a nuestros productos y nuestro servicio. En ocasiones se valora más el servicio que el propio producto.

Es difícil conseguir un cliente pero fácil perderlo. Por eso tenemos que valorar nuestra relación con él y gestionarla bien.

Si conocemos bien al cliente al que nos dirigimos y somos capaces de satisfacer sus necesidades presentes y las que puedan ir surgiendo en el futuro nuestra empresa se irá desarrollando en la dirección adecuada y podremos soñar con tener “el mundo al alcance de la mano”.  Merece la pena pensar en ello.


Tenemos que aprender a formarnos constantemente

Hoy más que nunca es importante que tomemos conciencia de la importancia que tiene nuestra formación.

No me refiero sólo a la formación que vamos adquiriendo desde pequeños, que en muchos casos termina lamentablemente cuando nos ponemos a trabajar, sino también a aquella que debemos ir adquiriendo a lo largo de nuestra carrera profesional y que nos ayudará a afrontar nuestro futuro con mayor seguridad..

En estos momentos vivimos en un entorno muy competitivo en el que cada vez se hace más necesario ser mejor y diferenciarse respecto a los demás. Ésta es una frase que se escucha habitualmente entre las empresas pero tenemos que aplicarla también a nuestra vida personal.

Yo soy economista y uno de los primeros recuerdos que tengo tras acabar la licenciatura fue la oportunidad que tuve de asistir a una conferencia que dio el gran economista estadounidense Kenneth Galbraith en Madrid (año 1994 ó 1995). Uno de los consejos que nos dio fue que invirtiéramos en formación. “La formación es la clave del desarrollo. ¿A que no conocen ningún país desarrollado cuya población no esté formada? Inviertan en formación”.

Vivimos actualmente una situación difícil provocada por la crisis que estamos sufriendo. Nos encontramos con unas Administraciones Públicas que están recortando recursos en todos los sitios; y uno de esas áreas es la educación. Yo estoy de acuerdo con Galbraith y pienso que es un error. Si queremos desarrollar nuestra economía y transformar nuestro modelo productivo y económico debemos apostar por la inversión en educación. ¿Cómo vamos a cambiar nuestro modelo si no invertimos en hacerlo?. No es un gasto, es una inversión que, si la hacemos bien, nos aportará beneficios a medio plazo.

El primer problema que yo veo es que no se si hemos pensado bien en el modelo económico que queremos para España.¿Cómo queremos que sea España? ¿En qué queremos basar nuestro desarrollo económico? ¿Qué sectores económicos queremos reforzar y potenciar para que sean el motor de nuestra economía? ¿Dónde queremos que se encuentre España? ¿País de I+D+i,  industrializado, bajo coste,  turístico, …?

¿Queremos parecernos a nuestros vecinos europeos o no? Una u otra respuesta lleva asociadas políticas diferentes.

Si elegimos parecernos a los países europeos tenemos que ser conscientes de que tendremos que competir con los países más desarrollados y para ello tenemos que diseñar el modelo económico apropiado para hacerlo. Y para su desarrollo la inversión en educación y formación es imprescindible. Hay que invertir en la modernización de sectores tradicionales y en el desarrollo de nuevos sectores y tecnologías que nos permitan posicionarnos en el mercado. Y esto no se cambia solo sino que es necesaria una inversión. ¿Qué hace Alemania? ¿Francia? ¿Suecia? ¿Finlandia? ¿Holanda? … ¿Qué modelo siguen? …. ¿Pensáis que no invierten en educación y formación? ….

Pero la situación es la que es y no parece que vaya a cambiar mucho por reflexionar en este artículo la necesidad de seguir invirtiendo en formación para poder desarrollar un nuevo modelo económico.

Sin embargo, nosotros, individualmente, tenemos que pensar en la importancia que debe tener para nosotros la inversión en formación. Vivimos en un mundo globalizado y cada vez más competitivo y cambiante y tenemos que ser capaces de ir adaptándonos a él, aprovechando las oportunidades que se nos presenten y haciendo frente a las amenazas que nos puedan ir surgiendo a lo largo de nuestra carrera profesional.

No hace mucho tiempo la gente trabajaba en las empresas y se vivía con relativa tranquilidad fruto de la estabilidad de la que se disfrutaba. Esta situación ha cambiado y en estos momentos te puede cambiar la vida de un día para otro. Tenemos que hacer todo lo posible para minimizar ese impacto y la formación personal es una pieza clave para ello. Incluso van apareciendo empleos que antes no existían …. ¿nos los queremos perder? ¿no pueden ser una buena oportunidad?

Tenemos que “aprender” a convivir constantemente con una “inversión en formación” que nos vaya fortaleciendo. Al igual que cuidamos nuestra imagen, nuestra salud, nuestras relaciones personales, tenemos que cuidar nuestras capacidades. Éstas serán la clave para encontrar nuevas oportunidades.

Nuestra fortaleza personal y profesional vendrá dada por lo que sabemos y podemos hacer.

Debemos ser conscientes de la importancia que tienen nuestras capacidades. Tenemos que pensar que somos un activo económico. Igual que cuando compras un coche estás comprando, a un precio determinado, un diseño, un motor, unas prestaciones determinadas, …. Nosotros nos tenemos que valorizar y esa valorización viene determinada por lo que somos capaces de ofrecer al mercado. Se trata de aportar nuestra experiencia y conocimientos en beneficio del desarrollo empresarial, base del desarrollo económico y de nuestro desarrollo personal y familiar, ya que es el que nos paga el sueldo a fin de mes.

Alguno puede extrañarse de que defina a las personas como un activo económico, pero es que desde el momento que te pagan por tu trabajo entiendo que se es un activo económico.

He de confesaros que yo he empezado a pensar en todo esto en los últimos tiempos. En mi trabajo nunca había dado mucha importancia a mi formación personal. Me limitaba a mi licenciatura en Ciencias Económicas, a mis idiomas y a la formación que me iba dando mi compañía para ir desarrollando mi trabajo.

Sin embargo, la crisis me ha hecho reflexionar sobre todo ello. He visto que esa actitud que tenía era errónea y ahora estoy desarrollando un plan de formación personal que me permita afrontar las posibles dificultades que puedan llegar o aprovechar las oportunidades que aparezcan.

Pienso que no podemos dejar de formarnos y adquirir conocimientos y capacidades en aquellos campos de desarrollo profesional que más nos interesen.

Yo trabajo día a día, pensando a corto plazo y viviendo cada momento y proyecto como una oportunidad de desarrollo personal.

Mi inversión en formación se basa en los siguientes tres pilares:

  • Experiencia que se va enriqueciendo constantemente (hay que ser consciente de su importancia)
  • Formación de la empresa: formación en los temas que le interesan a tu empresa para el desarrollo de tu trabajo.
  • Formación personal: formación en los temas que te interesan a ti para tu propio desarrollo personal y profesional.

Todo ello debe de venir unido a un espíritu de constante aprendizaje y ganas de aprender.  La combinación de estos tres factores te permitirán ofrecer algo atractivo al mercado en caso de que lo necesites.

Os animo a cuidar vuestro desarrollo personal y profesional, independientemente de la formación que tengáis y el trabajo que desarrolléis. Lo bueno de esta recomendación es que si la seguís siempre iréis a mejor. La formación permanente en una buena estrategia para ello. Si eres capaz de hacerlo, tendrás “El mundo al alcance de la mano”.


I´m back

Este pasado año ha sido un año intenso (laboral y familiarmente hablando; por un lado una situación laboral complicada y, por otro, tres niños pequeños que están constantemente demandando tu atención y apoyo).

Hablo de año porque yo sigo el calendario escolar. De septiembre a julio y agosto de vacaciones.


Me hubiera gustado dedicar tiempo al blog pero me ha resultado imposible.

Regreso con la intención de dedicar tiempo al blog y compartir conocimientos y reflexiones sobre los procesos de internacionalización de las empresas y el marketing como herramienta de promoción, comunicación y diferenciación.

¡El mundo sigue estando al alcance de la mano!